Las decisiones que mayoritariamente adoptaron ayer nuestros jefes de estado en la Cumbre Europea tienen una gran transcendencia para el futuro político de Europa, eso salta a la vista, pero tienen, a la vez, muchos aspectos para ser analizados y presentan muchos ángulos y perspectivas, a veces contradictorias, para su debida comprensión. Dependiendo qué aspectos se escojan y analicen y qué aspectos se olviden o silencien, la gente corriente, el pueblo soberano, con la inestimable ayuda de los medios de comunicación en manos del poder, llegarán sin duda a las conclusiones “adecuadas”.
Está claro que en nuestro esquema de procedimiento de sometimiento social: PROBLEMA – REACCIÓN – SOLUCIÓN, al “problema” de esta crisis nómada que empezó con las hipotecas, continuó con los bancos, alcanzó a los gobiernos y acabó instalándose en su objetivo final desde un principio, los ciudadanos, le siguió la “reacción” del miedo; miedo al futuro, miedo al hundimiento del sistema financiero, miedo a la salida del Euro, miedo a la recesión, miedo, miedo, angustia y sufrimiento, cuadro negro de futuro bien aderezado de nuevo por los medios de comunicación, y ahora llega la tan ansiada fase de la “solución” que nos proponen de nuevo las élites financieras con la inestimable ayuda de sus peones de turno al frente de los Gobiernos. El momento del miedo y de la angustia ha llegado a su final, ahora llega el momento de ilusionarnos con la solución que nos proponen, y de que, hartos de la incertidumbre algunos y del puro sufrimiento otros, aceptemos a pies juntillas lo que nos ofrezcan, sin profundizar lo más mínimo en sus peligros ocultos, deseosos ya de ver la luz al final del túnel. Así ha sido, así es y así será, mientras lo sigamos consintiendo.
Pero para hincar el diente de la comprensión en este complejo y duro melón europeo, hay que tener muy presentes, como punto de partida, algunos fundamentos históricos básicos que están pesando fuertemente en este contexto, y que vamos a desgranar en éste escrito y los siguientes:
1.- La razón de la construcción de la Unión Europea:
Una de las razones que subyacen en la idea de la construcción de la UE es evitar para el futuro el enfrentamiento endémico entre sus dos gallos de pelea; Francia y Alemania.
En efecto, en menos de 100 años, estos países se han enfrentado dura y abiertamente tres veces; 1) en la guerra franco prusiana, 1870-71, que trajo como consecuencia la reunificación de Alemania en torno de Prusia, la derrota de Francia y la incorporación a Alemania de las regiones de Alsacia y Lorena, 2) en la Iª guerra mundial que supuso la derrota y humillación de Alemania, la pérdida de Alsacia y Lorena, el cese de sus ambiciones imperialistas y el ascenso del nacionalsocialismo, 3) la IIª guerra mundial cuyas causas y efectos todos conocemos sobradamente.
En cada una de estas guerras, inicialmente solo entre Francia y Alemania, se vieron involucrados todos los demás países siempre de la misma manera; Francia se aliaba con Inglaterra y Rusia, y Alemania se aliaba con Austria-Hungría e Italia: la Triple Entente y la Triple Alianza, respectivamente.
Asimismo, cada guerra entre ambas potencias europeas superó a la anterior en consecuencias nefastas: mayor capacidad de destrucción, en función del desarrollo de la capacidad destructora armamentística; mayor número de países y área terrestre alcanzada por la guerra, con su exponencial secuela de destrucción tanto en intensidad como en territorio, y mayores consecuencias negativas de post guerra, retraso industrial, guerra fría, etc.
Evitar una nueva confrontación entre estos dos soberbios y agresivos gallos de pelea se convirtió en una cuestión vital, de pura supervivencia para Europa, después de la destrucción sin precedentes que supuso la IIª Guerra Mundial, de la disponibilidad tecnológica del arma definitiva, la bomba atómica, y de la amenaza del comunismo rampante, presente al otro lado de la acera europea.
El primer paso para esta implementar esta necesidad vital fue la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), fundada en 1951 por impulso francés, como una forma de unión de los principales países centroeuropeos (Francia, Alemania, Italia y el Benelux) aunque solo fuera en torno a la creación de un mercado común del carbón y del acero, necesario para la reconstrucción industrial europea; las dos culturas contendientes e imperantes en Europa, unidas por primera vez, en torno a un objeto económico.
La CECA fue la precursora de la Comunidad Económica Europea (CEE), constituida por los mismos países, que tomó forma mediante el Tratado de Roma en 1957, con el objetivo de ampliar el mercado común del carbón y del acero a todos los productos comerciales de los países integrantes. En otro sentido, a la CEE se le denominó “la Europa de los mercaderes”. De nuevo la economía por delante de la política y de las necesidades de los pueblos.
A la CEE se le fueron sumando países sucesivamente. Ya era la Europa de los 12 cuando el 1º de Enero de 1986 se le sumaron España y Portugal. Hasta que en 1992 el Tratado de Maastrich convirtió a la Comunidad Económica en una especie de Unión política, la Unión Europea, con un objetivo a largo plazo de unión política total.
Todo ello bajo la silenciosa tutela y guía del Grupo Bildelberg y de la Comisión Trilateral, los considerados como verdaderos “gobiernos en la sombra”.
Francia y Alemania, rodeados así de los otros países europeos, disolvían sus antagonismos históricos para centrarse en el desarrollo económico colectivo en paz y frente al enemigo común y comunista. El resultado de 65 años sin enfrentamientos bélicos entre ambas potencias rompe una tradición nefasta y habla por sí solo.
Dejamos aquí esta perspectiva histórica y continuamos mañana con el siguiente asunto: el papel histórico de Inglaterra en Europa.