Antes "indignados", ahora "concienciados".

Este es un blog para estar informado, para analizar, para discernir, para comprender, par ver más allá de lo evidente, para tomar conciencia de cómo funciona la sociedad, quién la dirige, y cual es nuestro papel, lo cual nos permitirá avanzar en el camino hacia un mundo nuevo. Sin consignas, sin apasionamientos, sin indignación; con criterio, con sentido común, con firmeza, con honestidad.

lunes, 16 de abril de 2012

Un Rey no debe cazar elefantes


           Ha saltado la polémica a los medios de comunicación sobre el accidente de rotura de cadera del Rey de España. Se entrecruzan opiniones encontradas sobre los múltiples aspectos y ramificaciones de la noticia: que si no estaba en condiciones de llevar a cabo una actividad tan arriesgada como cazar elefantes, que si con la que está cayendo en el país no está bien tomarse vacaciones reales, que si el Gobierno lo sabía o no lo sabía o cuando lo supo, que si Rajoy ha callado y no ha confirmado….
           Para mí el aspecto principal de la noticia es que UN REY NO DEBE CAZAR ELEFANTES, y todo lo demás es secundario o accesorio. Un rey no debe cazar elefantes; en general nadie debe cazar elefantes, pero mucho menos un rey. ¿Por qué?. Porque un rey debe dar ejemplo.
           En nuestra recién estrenada educación democrática a todos nos enseñaron en su día que en las monarquías constitucionales el “rey reina pero no gobierna”. En efecto, a los monarcas constitucionales la constitución y los principios democráticos les relegan a una mero papel de representación institucional prestigiada del Estado, pero a pesar de haberles restado todo su protagonismo en el poder, la importancia de la institución, su visibilidad mediática y el incontestable apoyo popular les sitúa en una inmejorable posición para llevar a cabo la acción más importante de un monarca y de una Casa Real: dar ejemplo.
          Ese es el principal papel actual de la monarquía, dar ejemplo de vida, de moral, de compromiso, de solidaridad, de honestidad, de valor, de amor; guiar en virtudes a la población cuando ésta no sabe encontrarlas por sí misma, ser un espejo en el que pueda mirarse cualquier ciudadano en busca de un modo de conducta, de un esquema moral o de un ejemplo de actitudes.
           Cazar elefantes es una actividad cobarde; te llevan donde está el elefante a abatir, no hay que buscarlo, te dotan de un arma de última generación con mira telescópica de largo alcance y balas de gran penetración, te esconden tras unos arbustos, a la sombra, cómodamente ubicado, apuntas y disparas. ¡Qué divertido!, sin riesgo alguno. Y caen al suelo con estrépito para no levantarse jamás, toneladas de vida, años de sabiduría y memoria, habitantes dignos de su espacio en su tierra y en el planeta, hijos de la madre tierra y hermanos biológicos nuestros.
           Y todos esos cazadores que invitaron al rey están satisfechos, se han divertido, jugando a las relaciones de poder, a los negocios e influencias amparadas por este mal llamado deporte,  orgullosos de manejar a la perfección sus armas de destrucción masiva de animales en vías de extinción.
           El buen ejemplo no tiene precio como arma de progreso y de evolución. Matando elefantes, o al menos intentándolo, el rey de España ha perdido una nueva oportunidad de no hacer lo que no debe hacerse, que, unida a las que han llevado a cabo miembros de su familia, están resultando en un rápido derroche de su activo de prestigio y ascendiente social, que se encuentra ya bastante mermado, y, lo que es más importante, de su capacidad de dar ejemplo.

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