No tengo más información que aportar que la que está en los
medios, ni tampoco pretendo arremeter contra Catalunya a través de su “ex molt
honorable”, pero me gustaría insistir con mi propia voz en un, más que punto
débil, auténtico socavón de nuestra sociedad que se resquebraja y ahonda más
aún cuando se destapa un escándalo de corrupción de tal calibre.
La corrupción es un auténtico cáncer y un cáncer mata, y no
lentamente. Las células enfermas crecen, se reproducen y se alimentan de las
células sanas, las invaden y destruyen hasta que el organismo colapsa y muere
por devastación. Desgraciadamente es un ejemplo demasiado bueno del impacto de
la corrupción política y económica en cualquier organismo social.
Cuando el corrupto “levanta la pasta” de verdad que lo de
menos es el esquilmado económico que provoca, lo más importante, sin duda, es
que una gran parte de la población pierde la fe y la esperanza en el sistema de
valores, en el corpus político, en el futuro del colectivo humano, y entonces
se empequeñece, su alma se empobrece y, en mayor o menor medida, se corrompe
también, cayendo víctima de una peligrosa enfermedad tan mal conocida y
valorada como extendida, el relativismo moral. Cunde entonces el desánimo
vital, la negatividad y el pesimismo, se pierde la capacidad de juicio y el interés
por progresar y mejorar, se ponen en duda los principales valores que sostienen
todo este complejo entramado social, y la puntilla a este proceso de empequeñecimiento
y pérdida la da tener que ver y aguantar como el corrupto, lejos de
avergonzarse y pedir perdón (no digamos ya de devolver el dinero), se revuelve
con furia y ataca con una descarada soberbia, con mentiras reiteradas, con
negaciones que ofenden a la inteligencia, con justificaciones imposibles y se
retira del estrado del parlamento autonómico irritado e internamente cargado de
“sus” razones, a seguir contando y recalculando en sus escondrijos fiscales el
fruto de una rapiña de la que se cree merecedor y que nunca se podrá gastar
porque no es posible.
Lo malo es que el cáncer se extiende y se propaga, y la
herencia del abuelo Florensi, al que nadie ha investigado aún, es un tronco que
da muchas y torcidas ramas de una especie venenosa, gracias a una cuidada educación
burguesa y conservadora, arropada por una bandera a la que humillan y ofenden.
Pero lo malo del Tsunami de la corrupción en este país, es
que tras una gran ola rugiente llega otra, puntual e indefectible, y, las más
de las veces, más estruendosa que la anterior, que hacen que la vida de estas
reflexiones sea tan efímera como el mismísimo erario público.
Ya lo dicen los ancianos sabios de Torrijos (localidad de la
provincia de Toledo): “según son los
padres así son los hijos”.