
A él le gusta más que el rebaño se quede bien quieto mientras se le esquila. No se puede esquilar bien y a gusto a una oveja nerviosa, inquieta y agitada. No rinde tanta lana. Nos prefiere así, aborregados, que ya lo estamos, y dopados por los obsesivos y soporíferos mantrams del déficit y toda su metralla conceptual asociada.
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