La soledad de
Rajoy ante el mundo, ante los hostiles mercados internacionales, ante sus
“amigos” banqueros del BCE y ante su Angela-ical “dama del lago”, me recuerdan
aquellas frases del acervo cultural hispánico que tienen como epicentro la
palabra soledad.” La soledad del portero ante el penalti”, título de una
película de cine español; “La soledad del manager” título de una famosa novela
del gran Manolo Vázquez Montalbán y su entrañable por huraño personaje, el
detective Carvalho.
La soledad de Rajoy es la soledad ibérica. Sólo hay
que mirar el mapamundi y preguntarse, en serio, sin miedo a la respuesta, por
qué los delirios de Pangea y su caprichosa danza de placas tectónicas nos
colocaron en el medio de todo, cerca de todo, pero claramente separados de todo.
De Europa por una espina dorsal incontestable, de África por una lengua de agua
insuficiente y de América un poco más lejos, pero con la mirada claramente
enfocada hacia sus costas, tanto que fuimos hacia allá a los 5 minutos de ser
país, y llegamos.
Dicen que los caminos de Dios son infinitos, y a lo
mejor, abandonados por todos a nuestra suerte, resulta que no nos hallamos ante
una encrucijada; aguantar el tirón apelando al espíritu de Numancia, o ser
rescatados para vergüenza interna y externa y expoliación en grado sumo, sino
que estamos ante una rotonda del destino donde, además de esas dos, hay una
tercera salida que nos lleva fuera del Euro a buscar y encontrar un destino
diferencial, tan diferencial y específico como nuestra posición geográfica.
Pero esta tercera salida no se me ha ocurrido a mi
solito, tan solo albergaba retazos de la idea, que me ha venido a confirmar y a
ampliar Mathew Linn, consejero delegado de la consultora Strategy Economics, en
un artículo aparecido en Wall Street cuyo resumen recoge ABC en el link:
que es de indispensable lectura para escapar del
pensamiento único económico que nos asfixia. En él se elabora y argumenta muy
bien la tesis de la necesidad del destino diferencial de Iberia como algo
natural, lógico y de indudables ventajas, cosa rara viniendo de un norteamericano.
Parece ser que no todos los analistas políticos y expertos económicos norteamericanos
están a sueldo de la Anglosfera, de lo que me alegro infinito.
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